jueves, 3 de abril de 2014

Tejos en el Paseo de Papalaguinda



El Paseo de Papalaguinda es el parque urbano más veterano de cuantos existen en la ciudad de León. Su antigüedad se remonta como mínimo a principios del siglo XIX, cuando era conocido como Parque del Calvario, por la existencia a todo lo largo de su longitudinal recorrido de una galería de cruces de piedra que en tiempo de Cuaresma era usada para celebrar el Via Crucis.


Foto antigua del Paseo de Papalaguinda (foto tomada de Internet)


Fue construido con la finalidad de establecer una zona de paseo y recreo veraniego en las proximidades del río. Parece ser que a imitación de las costumbres de la época constaba de dos zonas diferenciadas, una destinada para paseo de los habitantes más ricos y distinguidos de la ciudad, y otra para las clases más populares y humildes.

Posteriormente, en el siguiente siglo, el nombre con el se denominó a este parque de recreo fue el de Paseo de las Negrillas, según hemos podido saber por testimonio de familiares nuestros que nos contaron algunas anécdotas relativas a estos jardines, a donde iban a jugar durante su infancia, infancia que transcurrió en los primeros años del siglo XX.

Foto del Paseo de Papalaguinda en los años 40-50 (foto tomada de Internet)


El nombre que recibe en la actualidad, Paseo de Papalaguinda, corresponde por lo tanto al siglo XX, y su disposición y dimensiones son fruto de los Ensanches urbanísticos experimentados por la ciudad durante dicha centuria. El paseo se extiende por una superficie total de algo más de 55.000 metros cuadrados, distribuidos en dos zonas, una situada a mayor altura que la otra, y se ubica en la margen izquierda del río Bernesga, ocupando una larga franja a modo de galería fluvial comprendida entre la Plaza de Guzmán y las inmediaciones de la Plaza de Toros.



Paseo de Papalaguinda en la actualidad (foto tomada de Internet)


En el Paseo de Papalaguinda pueden contemplarse diversas especies arbóreas autóctonas y alóctonas. Destacan los grandes cedros plantados a lo largo de la parte superior del paseo, algunos de los cuales pueden ya verse en las precedentes fotografías antiguas fechadas a principios y mediados del siglo XX.

La edad de estos cedros es, por lo tanto, considerable, superior a los cien años. Otro tanto quizá pueda afirmarse de otros viejos árboles que todavía es posible observar en este antiguo parque, tales como glicinias, aligustres, encinas o hayas.




En lo que se refiere al tejo, objeto de este trabajo, nos encontramos en el Paseo de Papalaguinda con hasta siete medianos o buenos ejemplares de tejo. Por lo que concierne a su posible edad, no nos atrevemos alegremente a remontarla a los mismos tiempos del siglo XIX, o incluso a fechas anteriores, a las que corresponde la antigüedad cierta y conocida del parque según se explicaba más arriba. Pero sí podemos estimar con poco margen de error que a juzgar por su apariencia y dimensiones alguno de estos siete individuos puede rondar la edad de sesenta, setenta u ochenta años, o tal vez más. Vamos a verlo con detalle.







El mayor de los ejemplares de tejo residentes en este parque tiene una altura cercana a los diez metros, así como una frondosa copa cónica que ocupa un perímetro respetable. 




El tronco está formado por dos vigorosos tallos cuyas arrugas nos advierten de que estamos ante un ejemplar adulto, no centenario, pero con una edad que probablemente sea muy aproximada a la estimación que hemos realizado anteriormente, 70 u 80 años, tal vez alguno más.



Detalle del tronco

 Un segundo tejo, de proporciones más modestas, puede ratificar la veracidad de los cálculos que estamos haciendo sobre la edad de estos ejemplares. Veamos a continuación un par de fotos de este segundo ejemplar:






Como se puede apreciar claramente en las dos fotografías anteriores este segundo individuo presenta menor altura y corpulencia que el que vimos anteriormente. La altura debe de estar en torno a los cinco metros, aproximadamente. La comparación entre ambos tejos, así como la circunstancia de un corte practicado sobre el tronco del segundo, corte en el que se pueden contar los anillos de crecimiento, nos va a permitir realizar una estimación más detallada de su edad.


Detalle del tronco y corte practicado

En la foto anterior podemos observar que el tronco de este tejo originariamente constaba de dos vástagos paralelos, uno de los cuales ha sido cortado.


Sección horizontal del corte en uno de los vástagos

Sección horizontal del corte (ampliada)

El recuento de los anillos de crecimiento visibles en el corte del tronco arroja una cantidad como mínimo de treinta anillos, que corresponderían a una correlativa edad de treinta años. Sin embargo tenemos que decir que albergamos dudas en cuanto a este resultado, por el hecho de que apreciablemente algunos anillos presentan un grosor muy superior al de otros, a veces del doble de grosor, especialmente en los anillos más cercanos al centro, es decir, en los correspondientes a los primeros años de edad del árbol, los cuales deberían ser menos gruesos que los anillos más alejados del centro del tronco, ya que es notoriamente conocido que el tejo es un árbol de crecimiento muy lento, ultra lento, especialmente durante los primeros quince o veinte años de su vida.

Cabe la posibilidad, pues, de que algunos de esos anillos más gruesos que observamos en los primeros años en realidad comprendan dentro de sí a otro u otros sub-anillos más delgados, con lo que la cantidad total de anillos quizá se aproximase más a la cifra de cuarenta que a la de treinta.

A ello hemos de añadir otro dato: el vástago del tronco que ha sido cortado es visiblemente más delgado que el otro que permanece vivo, lo cual nos indica que el corte fue practicado hace unos cuantos años. A falta de mediciones exactas en este momento, podemos estimar que el grosor del vástago de tronco que ha quedado vivo casi duplica al del vástago del mismo tronco que fue cortado, tal y como se puede apreciar en la siguiente foto:



Por lo tanto, de todo lo anterior se comprueba sin ningún género de duda que la edad mínima de este segundo ejemplar de tejo se sitúa como poco en una cifra en torno a los cincuenta años. Todos estos cálculos pueden ser realizados con mayor precisión, pero creemos que el resultado de cincuenta años que hemos obtenido mediante la metodología deductiva practicada es correcto. Si conseguimos precisar mejor la edad de estos tejos del Paseo de Papalaguinda, añadiremos en su momento tales datos a la presente entrada de blog. 

¿Cincuenta años? Probablemente sí.


El resto de tejos del Paseo de Papalaguinda difieren de estos dos que hemos visto en primer lugar. Son tejos de carácter ornamental, posiblemente variedades de jardinería, que desarrollan otra forma de crecimiento, más en anchura y perímetro de copa que en altura.



Presentan una disposición característica en la que destacan las numerosas ramas apuntadas en forma de arco, a modo de una espinosa coraza que se despliega en todas las direcciones.






Su porte es considerablemente inferior al de los dos tejos que veíamos al principio. El tronco, de menor grosor y tamaño, con formas retorcidas que se alejan de la verticalidad que veíamos en los otros, los hace parecer completamente distintos..



Son tejos más aptos para practicar sobre ellos las técnicas de jardinería del arte de la topiaria , si bien estos del Paseo de Papalaguinda parecen haber sido dejados crecer a su libre albedrío tras años de haber sido intensamente trabajados.



Se hace difícil poder precisar la edad que puedan tener. Sin duda son ejemplares adultos. Observando sus troncos se ve el efecto de una constante regeneración de pequeñas ramillas, que también aparecen en las raíces (en algún caso aéreas)


Detalle de un tronco y de las raíces



Regeneración constante sobre tronco


La salud y estado de conservación de todos estos tejos puede calificarse de bueno, tal y como corresponde a ejemplares que gozan de numerosos cuidados y atenciones por parte de los técnicos municipales. Gozan durante el verano del frescor y la sombra que les deparan los numeroso arces, abetos y pinos que pueblan la zona central del Paseo de Papalaguinda en la que están enclavados. Confiamos en que pervivan durante muchos años en este emplazamiento, para que las generaciones del día de mañana puedan disfrutar de la existencia de estos emblemáticos seres.


Conocerlos es ayudar a conservarlos





No hay comentarios:

Publicar un comentario